Éste es sin duda un verano de tartas. Empecé por la tarta de chocolate y frambuesas, seguí con la de mi cumpleaños de chocolate y merengue, con alguna sorpresa aún por publicar que ya veréis en estas semanas y una helada que os traigo en esta ocasión.
Las tartas heladas eran ese trocito de magia comestible que nos servían cuando íbamos a cenar en verano. Las heladerías Toni y La Ibense de mi tierra, las vendían por encargo y podías pedir una porción de postre como algo excepcional. La idea de tarta + helado lo hacían algo increíblemente delicioso que hacía saltar mi imaginación a límites insospechados.
Me encantaba la textura de la nata, la vainilla o el caramelo. Lo crocante de las almendras o bolitas de chocolate me fascinaban. Cuando mi madre celebraba su cumpleaños en pleno agosto, a veces mi padre la compraba y era una fiesta inmensa. Era un sueño hecho realidad envuelto en una caja de corcho blanco que destapaba y nosotros mirábamos con ilusión.
Aunque mi propuesta es más sencilla de las tartas que recuerdo, si que me ha evocado toda esa época al comentar a mi familia que había hecho una tarta helada. Mi madre no podía esperar a probarla.
.png)
A esos recuerdos se unen uno algo más reciente que se ha mantenido en el tiempo. Cuando fui de beca a Florencia allá por 2007, estuve un tiempo en esa ciudad tan especial que me ha marcado tanto con el tiempo. Convivíamos en un piso a unos 15 minutos andando del centro pero desde nuestro balcón se veía el Duomo. La cúpula de ladrillo rojizo de Brunelleschi de la catedral Santa María del Fiore, despuntaba de manera majestuosa cada amanecer, que pareciera estar contemplando ahora mismo. Cada mañana me asomaba un poco a la terraza y me deleitaba con esas maravillosas vistas que por azar nos tocó en el sorteo del piso entre los estudiantes de la beca Leonardo Da Vinci. Nunca me imaginé que pudiera tener vistas al Duomo. Un sueño hecho realidad.
Poníamos un fondo de 20 euros para hacer la compra y recuerdo que la forma de estas galletas me cautivó la primera vez que las vi en el supermercado Esselunga. Siempre he tenido una atracción a las estrellas y el nombre PandiStelle, "pan de estrellas" en castellano, me resultó aún más curioso, unido al sabor a cacao y avellana de estas galletas. Las estrellas de azúcar en relieve, la palabra sogni (sueño) en la descripción...la filosofía de este producto me venció sin haberlas probado y me las llevé a casa junto a la crostata de chocolate o albaricoque.
Una vez ya de regreso, era muy complicado, por no decir casi imposible, encontrarlas en España. Cuando vivía en Reino Unido las pedía por Amazon y cuando voy a Italia siempre me traigo un paquete de vuelta. Tengo una unión dulce con estas pastas de Mulino Bianco y, cada vez que puedo, revivo su sabor junto a un café a la vez que recuerdo muchos momentos legados a este paquete de sueños. Mi chico italiano, también me las dio a probar en su casa sin esperarlo y se convirtió en un recuerdo más asociado a estas pastas de chocolate. Que de un modo u otro, siempre regresan a mis desayunos.
Ahora quise incluirlas en un postre de verano. Una tarta helada con crema chantilly, capas de crema de avellanas y base de Pan di Stelle. Es un postre sencillo, con pocos ingredientes que podéis preparar en poco tiempo. No he incluido leche condensada ni demasiada azúcar. La nata queda muy suave y contrasta mucho con el sabor de las galletas y la crema de avellanas. Creo que os va a encantar.
¡Pasamos a la receta!
Ingredientes: Para un molde de 18 cm.
Preparación:
En primer lugar, comenzamos con la base de la tarta. Trituramos las galletas con un procesador de alimentos o las envolvemos en un paño y las machacamos con el rodillo. Disolvemos la mantequilla y añadimos a las galletas trituradas. Cubrimos el molde con papel vegetal en base y laterales. Extendemos la base con ayuda de una cuchara y ponemos galletas en el lateral del molde. Llevamos unos 20 minutos a la nevera.
Podéis aprovechar para poner el bol donde montaréis la nata en el frigorífico también. Así ayudaréis a que monte bien con este calor. Además de que la nata esté bien fría, podéis ayudar con este sencillo paso.
Tamizamos el azúcar glass y reservamos. Añadimos la nata al bol y comenzamos a montarla. Añadimos la cucharadita de vainilla. Cuando se vean los primeros picos suaves, vamos agregando el azúcar glass a cucharadas. Montamos hasta que quede bien firme.
La crema de avellanas debe estar más líquida de lo habitual. Si no lo está, la ponemos unos segundos en el microondas.
Para el montaje de la tarta, extendemos una generosa capa de nata. Podéis ayudaros de una espátula. Luego una capa de crema de avellanas. Debe ser fina para después poder cortarla bien. Continuamos con otra capa de nata y de avellanas. Cerramos con una última capa de nata. Decoramos con un poco de cacao en polvo, crema de avellanas y galletas en la superficie. Las puse de pie para crear altura pero podéis cubrir toda la base si queréis.
Llevamos al congelador unas 6 horas pero si es posible, la dejamos toda la noche. Desmoldamos y dejamos reposar a temperatura ambiente unos minutos antes de servir. Al ser nata montada, aguanta más a la hora de derretirse que otro tipo de helado. Ya veréis qué delicioso resultado.
Comentarios
Publicar un comentario