Me cuesta soportar cada año el ajetreo previo a las navidades. Hace unos días, estábamos a 19 de diciembre y fui a pasar el día libre con mi madre. Además de ver un espectáculo de caballos, muy populares en mi zona al que nos había invitado la empresa donde trabajo, decidimos pasar por el centro comercial a comprar un par de cosas en el supermercado.
Cuál fue mi estupor al descubrir, que la sección de polvorones y turrones, tan bonita y de ensueño como lucía decorada días atrás, parecía hacer recibido un viento huracanado. Estaba arrasada, además del trajín de mucha gente de un lado a otro. Estas fechas me generan estrés y no quería que me contagiase en mi día libre, que ya para estresarme está el trabajo con la avalancha de personal que viene a divertirse por zambomba este año.
No sé si seré yo una extraña criatura o es que me gusta vivir en mi torre de marfil como escribiera Rubén Darío, pero lo cierto es que me gusta vivir y recordar las navidades a mi manera.
Recuerdo a mi madre y a mi abuela amasando tortas fritas, como les llamamos a una variante de los pestiños en mi tierra. Mi abuela hundía las manos en una masa enorme que amasaba en el barreño de la ropa. Mi madre, dispuesta para estirarla y freírla y yo, embriagada por el aroma a canela y clavo del almíbar que estaba en el fuego. Mientras freían las tortas, se contaban historias y cotilleos de los que yo era partícipe, aunque pasara algo desapercibida. No veía la hora de verlas nadando en almíbar y decoradas con bolitas de azúcar de colores.
Por Navidad recuerdo haber comido en casa de mis abuelos, o quizás era uno de los días víspera de fin de año. Sé que era en vacaciones y recuerdo cómo mi abuelo partía el turrón o cómo venían orgullosos y felices a celebrar las fiestas en casa de mis padres, coronada por un hermoso árbol de navidad con figuritas de madera. Estos recuerdos y detalles valen oro en mi memoria y no recuerdo en aquella época ir a la compra y que pareciera que se estuviera acabando el mundo. Está visto y comprobado que lo que permanece en la memoria son momentos como éstos y tanto interés por regalar tal o cual se esfuma como una pompa de jabón con el tiempo.
Hoy en día hago partícipe a mi abuela de las tortas fritas mientras mi madre y yo las hacemos y me tomo mis ratitos libres para tomarme un chocolate caliente acompañada de una manta y mi gata luna, con un pequeño árbol de navidad encendido que evoca recuerdos de antaño. Que la magia y la ilusión no se apaguen nunca.
Para acompañar esas meriendas o desayunos del día de navidad, os traigo una receta de brioche italiana con dos tipos de harina, aromatizada a la vainilla y rellena de crema de avellanas que hará las delicias de estas fechas. La hice hace unos días y voy a tener que repetirla porque el resultado ha encantado. Es un brioche suave y el relleno se funde perfectamente con la textura de la masa provocando que tomes un trocito más. ¡Pasamos a la receta!
Ingredientes:
Preparación:
En primer lugar mezclamos las harinas con la levadura desmenuzada y el azúcar. Añadimos la pizca de sal. Agregamos los huevos mientras vamos amasando y añadimos la vainilla.
Templamos un poco la leche y la agregamos poco a poco hasta integrarla toda. Dejamos reposar la masa unos 15 minutos. Pasado este tiempo, añadimos la mantequilla en dados. Lo haremos en varias veces hasta que quede una masa lisa y homogénea. Es muy suave y manejable.
Cubrimos en bol y dejamos levar hasta que duplique el tamaño. Puede tardara varias horas.
Después amasamos y dividimos en 4 partes de las que utilicé 3. Estiramos en forma de círculo como si de una masa de pizza se tratase. Me ayudé de una base para pizzas para dar la forma con papel vegetal en la base. Ponemos la masa, de un grosor de no más de 1 cm. extendemos la crema de avellanas con una espátula. (podéis llevar al microondas unos segundos para que sea más fácil de manejar). Dejamos el borde libre. Colocaremos otra capa de masa y crema y cerramos con otra capa de masa. Nos ayudamos de una tapa redonda para marcar el centro.
Y haremos, a partir de ahí, cortes en 4 líneas: arriba y abajo en el centro y otras 2 a izquierda y derecha. Luego trazaremos 2 en diagonal, por un lado y por otro. Siempre respetando el centro. Nos quedarán 8 trozos que cortaremos en 2 cada uno. Obteniendo un total de 16 porciones. Iremos girando esos 2 trozos a la vez hacia dentro creando una espiral. Cuando los tengamos todos, dejamos levar unos 30 minutos.
Pintamos con huevo batido y luego horneamos a 180 grados unos 30-35 minutos según el horno. Debe estar dorado y si véis que se dora muy pronto, podéis cubrirlo con papel de aluminio hasta que termine la cocción. Retiramos y enfriamos en rejilla. Decoramos con azúcar glass. Conservaremos en recipiente hermético un par de días.
Si aún no la habéis hecho o no os atrevéis a hacer la masa casera, os animo ya que es una delicia que hay que probar y queda muy bonita para la mesa de Navidad. También podéis hacer un pandoro o las famosas tortas fritas que ésas siempre las hacemos en casa o incluso un tronco de navidad. Podéis consultar éstas y más recetas para la ocasión en la sección navideña de mi recetario.
Volvemos muy pronto que tengo más recetas e historias que contar antes que acabe el año.
Un abrazo enorme y ¡Felices Fiestas!
Maribel García 🍓
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